viernes, 29 de agosto de 2008

No lo entenderán

Navegando por ahí, me encontré con una opinión interesante en el blog de Enrique Dans sobre el problema que representa para las compañías la descarga de música y programas de televisión. Haste hace no mucho, mi opinión al respecto era más bien reprobatoria, aunque siempre tuve conciencia que gran parte del problema no está en la gente que "baja" música o programas de televisión de la red, sino en los altísimos precios que los productores piden para hacerse de ellos. Sin embargo, leyendo este artículo debo reconocer que estoy de acuerdo con él y aceptar que la política de los productores ha variado muy poco desde hace mucho tiempo. En realidad no han ofrecido ninguna solución viable y las descargas que ellos llaman ilegales son causadas por ellos mismos. Ya algunos artistas han reaccionado contra este esquema tan desventajoso. La realidad va más rápido de lo que quieren controlar y la verdad es que mientras haya acceso a internet las descargas continuarán. No creo que las grandes empresas que controlan los derechos de autor quieran darse cuenta de los cambios que internet está imponiendo, les guste o no. En sus planes dejar de ganar dinero gracias a los desmesurados precios que cobran es injusto. Y no les importa que ellos sean los únicos que ganen, incluso si tienen que dejar en el camino a los artistas. En fin, les dejo un fragmento de este artículo que, como bien dicen en algunos blogs, debería ser un manifiesto y que no deben dejar de leer completo: Para ellos, en su percepción distorsionada y enfermiza de la realidad, todos somos criminales. Nos odian porque nos bajamos música, porque vemos las series de televisión en el idioma que queremos y a la hora que nos da la gana, porque afirmamos que todos sus caducos esquema son mentira y no sirven para funcionar en el nuevo mundo digital. Y porque animamos, con la fuerza de nuestra lógica, a que otros hagan lo mismo que nosotros. Poco les importa que seamos legión, que no lo hagamos por dinero, que seamos sus clientes, que existan otros modelos de negocio, o que tengamos derechos que hasta hace poco se entendían tan fundamentales como el secreto de las telecomunicaciones. Para ellos, todo es válido con tal de poder seguir aspirando a modelar el futuro con las mismas reglas que el pasado. Si hay que criminalizarnos a todos, si hay que convertirnos en una figurada amenaza para la civilización occidental, se hace. Todo vale. Su esquema nos lleva al más absurdo de los mundos, a policías poniendo contra la pared a adolescentes con auriculares en las orejas para comprobar la procedencia de las canciones que portan en sus reproductores MP3, entrando en nuestras casas para secuestrar discos duros, espiando nuestras acciones en la red… que haya que establecer un estado policial para defender su caduco modelo de negocio es lo de menos. Que todo sea mentira, también lo es. El artículo lo encontré en la Esquizopedia y el original se encuentra en el blog de Enrique Dans

viernes, 1 de agosto de 2008

Escuchando a los maestros de los maestros

Para todos aquellos que tienen un mínimo de conocimiento en música clásica, pero que no quieren o pueden profundizar, los nombres de Mozart, Bach, Beethoven, Vivaldi y alguno que otro por ahí, deben ser los más comunes. Ciertamente, fueron los más conocidos, para algunos, los más grandes, y podríamos agregar otros nombres un poco menos famosos pero que pueden ser reconocidos fácilmente: Haydn, Haendel, Chaikovski, Dvorak, Mendehlsonn, Debussy, Shostakovitch, Rachmaninoff, Ravel...
Pero todos ellos aprendieron de alguien más. En muchos casos, de sus padres, sobre todo los más antiguos de la pequeña lista de arriba, pues se trataban, generalmente, de hijos de familias cuyo oficio era la música.
Pues resulta que me acabo de topar, en las bibliotecas parisinas, con uno de esos maestros de los monstruos de la música. Se trata del milanés Giovanni Battista Sammartini. Hijo de padre francés y de madre italiana, nació cerca de 1700 y murió en 1775. Alrededor de 75 años que le alcanzaron para componer 450 piezas vocales e instrumentales, de las cuales nos llegaron unas 67 sinfonías. Un parámetro utilizado por los especialistas, para medir la fama de un músico es la cantidad de obras atribuídas a un autor. En el caso de Sammartini cuenta con 75 obras que fueron firmadas fraudulentamente con su nombre, quizás para venderlas a mejor precio.
Pero lo que más me llama la atención del personaje en cuestión es que, en su ciudad natal, donde pasaría prácticamente toda su vida, recibió las visitás de otros autores como Gluck en 1734, Juan Cristian Bach -hijo de Juan Sebastián- en 1760, Boccherini -quien tocó como chelista en su orquesta- y hasta recibió en 1770 a Leopoldo y Wolfgang Mozart, a quien aconsejó y aplaudió sus grandes dotes.
En fin, queridos y cuasi inexistentes lectores, si se encuentran con alguna grabación que incluya a este grande detrás de los grandes, no duden en escucharlo.
Giovanni Battista Sammartini, Six Symphonies (1730-1750). Aradia Ensemble, Kevin Mallon. Naxos, 2003. Bajo el mismo sello discográfico pueden encontrarse: Sacred Cantatas. Maria Addolorata - Il Pianto di San Pietro así como Il pianto degli Angeli della Pace, ambas grabaciones ejecutadas por el Capriccio Italiano Ensemble bajo la dirección de Daniele Ferrari. El retrato que aparece es, según la Wikipedia en inglés, el único que se conoce del compositor fue ejecutado por Domenico Riccardi.