domingo, 7 de diciembre de 2008

¡¡¡¡¡¡¡¡Nos mudamos!!!!!!!!!

Como ya estamos hartos que publicamos y el formato no se conserva, entonces nos vamos de aquí. No sabemos aún cómo hacer una lista en nuestra nueva casa, pero ya averiguaremos cómo.

1968: Navidad según las crónicas de Tlatelolco

John Adams, El Niño, Orquesta Sinfónica de Berlín, Kent Nagano, director; Lorraine Hunt Lieberson, Dawn Upshaw, Willard White, Theatre of Voices, London Voices, la Maìtrise de Paris Además de ser el texto sagrado de varias religiones, los Evangelios son la representación literaria de tradiciones milenarias y compartidas por varias culturas. En ellos se encuentran leyendas y relatos que tienen sus bases en otros relatos mucho más antiguos y de origen hoy desconocido. Sin tomar en cuenta las razones, válidas o no, que las distintas iglesias y creencias esgrimen para darle validez a un número cerrado de textos, históricamente hablando, la calificación de "canónicos" de algunos de ellos resulta tan inválida como azarosa respecto a los que no lo son. Dicho de otro modo, los Evangelios apócrifos resultan de igual validez que los canónicos como fuente de estas tradiciones. El punto es que la tradición bíblica no sólo está reflejada en la Biblia, sino en un sinnúmero de textos más, cuya validez religiosa no demerita su calidad literaria. Una manera -hermosa- de poner esto en perspectiva es intentando contar la misma historia con otros textos que, en principio, no tienen nada que ver con la historia relatada. Imaginemos que fueron contados por medio de otros textos, de otros autores, y quizás en otra época. Precisamente esto es lo que sucede con el oratorio navideño de John Adams titulado "El Niño" del cual se pueden escuchar algunos fragmentos aquí. Formando parte de la tradición musical de los oratorios, donde uno de los más grandes exponentes fue sin duda alguna Haendel, el compositor estadounidense John Adams recurre a textos completamente disímbolos para contar la historia del nacimiento de Cristo. Rosario Castellanos, sor Juana Inés de la Cruz, Gabriela Mistral, Rubén Darío, Vicente Huidobro, Hildegard von Bingen, Martín Lutero, así como los evangelios apócrifos conocidos como "El Evangelio de Santiago", "El Evangelio Latino de la Infancia de Cristo", "El Evangelio del pseudo-Mateo" así como algunos autores anónimos ingleses medievales. El resultado es sobrecogedor. Sobre todo cuando, para describir la matanza de los santos inocentes, John Adams le pone música al poema "Memorial de Tlatelolco" de Rosario Castellanos. La inocencia degollada, la juventud aniquilada se identifican en las antípodas del mundo (Tierra Santa y México) y del tiempo (principios de la era cristiana y 1968). En seguida, un texto del libro bíblico de Isaías une definitivamente los dos eventos. El todo se cierra con la esperanzadora llamada de la poesía, en voz de un coro de niños que cantam otra vez, un poema de Rosario Castellanos: "Una palmera". He aquí el texto del poema de Rosario Castellanos:
La oscuridad engendra la violencia y la violencia pide oscuridad para cuajar en crimen. Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche para que nadie viera la mano que empuñaba el arma, sino sólo su efecto de relámpago. Y a esa luz breve y lívida, ¿quién? ¿Quién es el que mata? ¿Quiénes los que agonizan, los que mueren? ¿Los que huyen sin zapatos? ¿Los que van a caer al pozo de una cárcel? ¿Los que se pudren en el hospital? ¿Los que se quedan mudos, para sieñpre, de espanto? ¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente, nadie. La plaza amaneció barrida; los periódicos dieron como noticia principal el estado del tiempo. Y en la televisión, en la radio, en el cine no hubo ningún cambio de programa, ningún anuncio intercalado ni un minuto de silencio en el banquete. (Pues prosiguió el banquete.) No busques lo que no hay: huellas, cadáveres, que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa: a la Devoradora de Excrementos. No hurgues en los archivos pues nada consta en actas. Ay, la violencia pide oscuridad porque la oscuridad engendra el sueño y podemos dormir soñando que soñamos. Mas he aquí que toco una llaga: es mi memoria. Duele, luego es verdad. Sangra con sangre. Y si la llamo mía traiciono a todos. Recuerdo, recordamos. Esta es nuestra manera de ayudar que amanezca sobre tantas conciencas mancilladas, sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta, sobre el rostro amparado tras la máscara. Recuerdo, recordemos...
El Niño fue estrenado en París, en el teatro del Chatelet el 15 de diciembre de 2000. Los artistas fueron: Lorraine Hunt Lieberson, mezzosoprano Dawn Upshaw, soprano Willard White, barítono The Theatre of Voices Paul Hillier, director artístico Daniel Bubeck (contratenor) Brian Cummings (contratenor) Steven Rickards (contratenor) The London Voices Terry Edwards, director La Maîtrise de Paris Patrick Marco, director La Deutsches Symphonie-Orchester de Berlín Kent Nagano, director

martes, 2 de diciembre de 2008

Napoleón íntimo

Mémoires de Constant 1Mémoires intimes de Napoléon Ier, par Constant, son valet de chambre, Maurice Dernelle (pres; y notas), Paris, Mercure de France, 1967, 2 vol.

Muy cerca de París, a 70 kilómetros al sur, se encuentra Fontainebleau. En esta pequeña ciudad fue construido el castillo que vería la primera manifestación monumental del Renacimiento francésm bajo el reino de Enrique II en el siglo XVI y 300 años después sería el escenario de los momentos más importantes de la historia del primer imperio francés.

El deseo de escribir sobre Napoleón Bonaparte no me vino gratuitamente. Hace algunos meses, la Mouse & Cheese Co., tuvo la oportunidad de visitar el famoso castillo. Además de mostrar las bellezas artísticas propias del siglo XVI, el recuerdo de Napoleón atrae a la mayoría de los visitantes. No es para menos. Fue en este castillo donde Napoleón abdicaría por la primera vez.

Napoleón contaba con los servicios de dos valet de chambre o ayudas de cámara. Uno de ellos, de nombre Roustam, era apodado "el mameluco" debido a su origen georgiano y armenio, que entró al servicio de Napoleón durante la campaña de Egipto. El segundo, Constant, nació en una ciudad hoy en territorio belga. Ambos dejaron memorias. Hablaremos de las del segundo. Constant tiene un lugar privilegiado para observar a Napoleón. Su educación, sin embargo, no le permite ir muy lejos en sus reflexiones o en sus juicios. El Napoleón que Constant ofrece es uno más íntimo, el de la alcoba, el que se baña, come sin respirar y tiene tics nerviosos. Una anécdota graciosa tiene lugar a propósito del baile de máscaras del 25 de febrero de 1810 en la casa del embajador de Italia, Relata Constant:
La mañana, el emperador me llamó y me dijo: "Constant, decidí bailar esta noche en la casa del embajador de Italia, traiga en el transcurso del día diez disfraces completos al departamento que han preparado para mí". Obedecí y en la noche me dirigí con Su Majestad al domicilio del señor Marescalchi. Lo vestí lo mejor que pude como dominó negro, y me esforcé en volverlo irreconocible. Todo iba muy bien, salvo las numerosas observaciones de parte del emperador sobre lo absurdo de su disfraz, sobre la mala imagen que supone un dominó, etc.
Pero cuando intenté cambiarle los zapatos, se rehusó completamente, apesar de todo lo que pude decirle a este respecto. Por ello, fue reconocido desde el momento en que entró al salón. Se presenta muy decidido a un baile de máscaras con las manos por detrás de la espalda, como acostumbra; quiere empezar una intriga, y a la primera pregunta que hace le responden "Su Majestad"...
Domino del carnaval de VeneciaDecepcionado, se vuelve hacia mí bruscamente: "Tiene usted razón Constant, me reconocieron... Póngame botines y otro disfraz" Lo calcé con los botines, lo disfrazé de nuevo, recomendándole dejar los brazos colgando si no quería ser reconocido de inmediato. Su Majestad me prometió seguir al pie de la letra lo que él llamaba mis instrucciones. Pero apenas había entrado con el disfraz nuevo, fue abordado por una dama la que, viéndolo de nuevo con las manos cruzadas por detrás, le dijo: "Mi Señor, ha sido usted reconocido",,, (Mémoires de Constant, t. 1, p. 469)
Y así hasta que se acabó sus diez disfraces. Las memorias de Constant rebozan en elogios hacia Bonaparte. Si nos atenemos sólo a él, Bonaparte fue el más bondadoso de todos los soberanos franceses. Pero más allá de tanto elogio surge un retrato interesante: la actividad frenética que a diario llevaba a cabo, las decisiones rápidas y las maneras, a veces muy burguesas, con las que se relacionaba con los funcionarios a su alrededor. El problema de esta edición está en el editor mismo: Maurice Dernelle se confunde con Constant, al grado que es difícil saber si el que está hablando es el valet de chambre o el autor francés, La lectura es interrumpida constantemente con notas frívolas, que discuten asuntos tan poco importantes si Napoleón se acostó o no con tal o cual mujer, si el número de invitados era mayor o menor, acusando a Constant de inexactitud en las fechas y un largo etcétera. Sin embargo, no deja de disfrutarse el texto. VerdaMémoires de Constant 2dero anecdotario, que descubre una cara incierta de quien fuera el hombre más poderoso del mundo a principio del siglo XIX. Una visión ideal, romántica, pero como muy pocos, realmente muy pocos pudieron tenerla, en lo íntimo. Monsieur le Drôle, como Napoleón llamaba a Constant, fue testigo privilegiado de la gran caída del emperador, ese que arrastró toda Europa a una serie de guerras crueles y largas. ¿Cómo fueron sus últimos días en el trono, durante su última estancia en Fontainebleu? Constant nos los describe grises, tristes, largos y sumidos en la angustia:
... A lo largo de un día lo veía durante varias horas en la más profunda tristeza; luego, un instante después, caminando a grandes pasos en su habitación silbando o tarareando la Mónaco; después, recaía de golpe en una especie de marasmo, al punto de no prestar atención a nada a su alrededor, y a olvidar las órdenes que me había dado. Existe, además, otro detalle en el que yo no podría alargarme demasiado: es el inconcebible efecto que producía en el emperador la simple vista de las cartas que se le remitían desde París; desde que las percibía, su agitación era extrema, podría decirse que convulsiva, sin miedo a ser calificado de exageración. (Mémoires de Constant, t. 2, p. 476)

lunes, 1 de diciembre de 2008

La pesadilla italiana...

Iniciar una estancia de estudios en Europa es difícil por varios motivos: al lado de las dificultades burocráticas exigidas por los servicios migratorios de cada país, se suman los temores personales, las despedidas familiares, las separaciones sentimentales...

Después llegan otras dificultades aparecen cuando se quiere continuar la estancia. La política francesa es, en este sentido, muy estricta y acudir a renovar el dichoso "Tître de séjour" a la temida "Préfecture de police" es una carga de estrés grande, además del tiempo que se le debe invertir: varios días para preparar el expediente pedido por las autoridades y todo un día completo para tramitarlo.

Pero lo que he visto en Italia supera todas mis expectativas. La administración pública y privada carece del profesionalismo que la francesa sí tiene. Pedir el mínimo documento o hacer la pregunta más elemental es motivo de todas las dificultades. Los empleados no están informados o simplemente no quieren resolver las dudas del público.

 

El barrio donde vivo en Florencia: Nóvoli
Para muestra, un botón: mí caso. La universidad que me recibió en Florencia me envió una constancia de inscripción redactada sin el mínimo profesionalismo. Obviamente, en el consulado italiano en París me rechazaron el documento. Un mes después pude resolver este problema y, con mi visa en mano, me dirigí a Florencia para instalarme. Por supuesto el empleado consular no supo decirme qué tenía que hacer llegando a territorio italiano, si tenía que refrendar mi visa ante la "Questura" o ante el servicio migratorio...

Fue completamente por azar que descubrí que tenía que pedir un formulario en el correo italiano. Lo pedí y me encontré con 5 cuadernillos de preguntas fastidiosas, repetitivas e interminables, con instrucciones poco claras y con poco espacio para responderlas. Cuando quise devolver el documento en la ventanilla postal, me anunciaron que debía pagar 30 euros. De esto, por supuesto, no había ningún anuncio. Después, un documento que no había podido llenar, porque no hay ninguna instrucción al respecto, causó exactamente las mismas dudas en el empleado que en mí.

Todo eso para que me dieran cita en la Questura, para recoger mi "Permesso de sioggorno" (el equivalente al "Titre de séjour" en Francia o la forma FM3 en México) el... ¡¡¡¡¡¡¡23 de junio!!!!!!!

Todo esto sin contar con las malas experiencias que ya he tenido en los bancos, en los trenes, en el pago de mi beca, en los cines, en los autobuses, otra vez en los trenes y hasta en las bibliotecas. En fin, la administración italiana está muy lejos de tener el nivel de su vecina Francia, y como extranjero reducido a los mínimos derechos del ser humano, eso pesa.

Le cauchemar italien

Commencer un séjour d’études en Europe est difficile pour plusieurs raisons :à côté des difficultés bureaucratiques exigées par les services de migration en chaque pays ; on doit ajouter les peurs personnels, les adieux familiers, les séparations sentimentales…

Puis, d’autres difficultés arrivent au moment qu’on veut continuer ce séjour. La politique française est, dans ce sens là, très stricte et aller renouveler le fameux « titre de séjour » à la redoutée Préfecture de police est une charge assez stressante. En plus, on doit ajouter le temps pour préparer le dossier demandé et le jour complet écoulé pour le présenter.

Mais ce que j’ai vu en Italie surpasse de loin mes expectatives. L’administration publique et privée manque du professionnalisme dont la française en jouit. Demander le plus petit document o poser le problème le plus simple est le motif pour toutes les difficultés. Les employés ne sont point informés o juste ne veulent pas résoudre les questions du public.

En exemple, mon cas. L’université qui m’a reçu à Florence m’envoya une attestation rédigée sans aucun souci. Évidemment, on me la rejeta au consulat italien à Paris. J’ai pris un mois pour résoudre le problème et, finalement avec le visa en main, j’ai déménagé à Florence. Il va de soit dire que l’employé consulaire n’a pas su me dire la procédure à suivre de mon arrivée en Italie : devais-je m’adresser à la préfecture de police ou au service migratoire pour demander un titre de séjour définitif ?

Le quartier où j'habite à Florence : Novoli
C’était l’hasard qui m’a conduit à l’instance correcte : la poste italienne. J’ai demandé le formulaire pertinent et j’ai trouvé cinq petits cahiers à des questions ennuyantes, répétitives et sans fin, avec des instructions peu claires et des espaces insuffisants pour les répondre. Au moment de consigner le document au guichet postal, on m’annonce le paiement de 30 euros de frais, dont il avait rien marqué sur le formulaire. Puis, un document que j’avais laissé incomplet, à cause de la manque d’instructions, souleva les mêmes questions dans l’employé qu’en moi.

En fin, après avoir en due forme le document requis, j’ai reçu la réponse de la Questura. On m’a donné rendez-vous pour récupérer mon Permesso de soggiorno (l’équivalent au Titre de séjour français ou au formulaire FM3 mexicain) pour le … 23 juin !!!!!!!!!!

Tout cela sans parler de mes mauvaises expériences déjà eues dans les banques, les trains, le versement de ma bourse, les cinémas, les transports en commun, les trains encore une fois et même dans les bibliothèques. Bref, l’administration italienne est loin du niveau de ce de l’administration française et comme étrangère, réduit aux minimum de droits de l’être humain, cela a un poids énorme.