viernes, 24 de octubre de 2008

Previsiones a la Verne

Jules Verne, Une Ville idéale. Amiens en l'an 2000, Amiens, Éditions CDJV, Maison de Jules Verne, 1999, 64 pp.; Paris au XXe siècle, Paris, Hachette, 186 pp.

Al norte de Francia, en la región de Picardía, se encuentra la ciudad de Amiens, No es uno de los destinos turísticos más conocidos de Francia. Es una ciudad de talla modesta, clara heredera de una tradición obrera y marcada por los bombardeos de las dos guerras mundiales que casi logran hacerla desaparecerla del mapa.

Es ahí donde tuve, en septiembre pasado, mi primer encuentro con Julio Verne después de más diez años de silencio. Verne murió en Amiens y ahí está enterrado. ¿Por qué escogió Amiens? Eso se lo dejo a los especialistas en literatura francesa pero yo me he formulado una posible respuesta, seguramente errada, pues no soy, ni de lejos, un conocedor de la vida y obra de Verne.

Une ville idéaleTras haber conocido esta ciudad -ya tendré oportunidad de escribir algo sobre ella, sólo espérenme a que revele algunas fotos-, no pude dejar pasar la oportunidad de llevarme en las maletas las dos obras reseñadas al principio, además del clásico Viaje al mundo en 80 dias. Los elegí porque me parecieron formar parte de la obra poco conocida del autor en cuestión.

Empezaré por Une ville idéale. Amiens en l'an 2000. Es una de las últimas obras publicadas en vida de Ju io Verne. En realidad se trata de un discurso pronunciado el 12 de diciembre de 1875 para la inauguración de los cursos de la Academia de Amiens. Relata un sueño: de golpe, Verne se encuentra transportado en el tiempo, en el lejano año 2000 en la ciudad de Amiens. Lo que ve, lo deja atónito: conciertos ejecutados a miles de kilómetros de distancia y presenciados en varias ciudades al mismo tiempo, máquinas que en un cerrar de ojos convierten una vaca en todos los productos bovinos que se puedan imaginar, conejos en bolsas de seda, medios de transporte impulsados por imanes... El discurso es en realidad una crítica a la política de obras públicas de la época, pues una fuente de sus sorpresas en su sueño consiste en ver terminadas todas las obras públicas que permanecen aún sin terminar en la ciudad. Amiens es, para Verne, el prototipo de La ciudad que podría ser en el futuro

Verne había escrito, durante su juventud, una novelita titulada Paris au XXe siècle. Su editor Pierre-Jules Hetzel rehusa publicarla pues le parece una novela muy rebuscada, con demasiados neologismos, y un tema "muy poco alegre". En efecto, el argumento es muy triste y el estilo es bastante más árido que en las otras novelas, pero no deja de ser interesante, muy interesante, diría. En un primer capítulo nos presenta una siutación extraña, sobre todo viniendo de un hombre de letras coParis au XXe sièclemo él: durante una ceremonia situada el 13 de agosto de 1960, la Sociedad General de Crédito Educativo (Société Générale du Crédit instructionnel), entidad formada por los más grandes genios bancarios y encargada de dirigir la política educativa de Francia, entrega los premios a los estudiantes más destacados del año que termina. Todos los premios tienen que ver con ciencias exactas o contables y cuando el único premio dedicado a las bellas artes, letras y filosofía es entregado, el sentimiento general de los asistentes es de vergüenza por ese pobre muchacho cuyos estudios no sirven para nada.

El resto de la historia, nos cuenta los sufrimientos de Michel Dufrénoy, el joven que recibió tal premio, incomprendido por su familia adoptiva, su encuentro con otros artistas "parias" de la sociedad, su visita a la biblioteca abandonada donde trabaja su tío, antiguo alumno de piano de su padre, su enamoramiento y finalmente su tragedia.

Si bien no es una denuncia como en Une Ville idéale, las increíbles descripciones de los avances tecnológicos (sobre todos me sorprenden la descripción del metro y de la música, que retomará en su discurso de Amiens) contrastan con la desesperación de los artistas y la sumisión a la ciencia de la que ha sido objeto el arte. Los músicos componen incomprensibles partituras con títulos como La Tiloriana, gran fantasía sobre la Licuefacción del ácido carbónico, y los poetas se inspiran para dar al mundo las Odas descarbonatadas...

O sea que algo de denuncia sí hay, y un poco de previsión, también.

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